Violencia en Venezuela. Foto: Carlos Barria/ Reuters |
La comisaría es una mezcla de ruina con ceniza. Fue asediada durante cuatro horas por un grupo de veinte personas con armas cortas y un francotirador. Terminaron por incendiarla y destruirla con un retroexcavador robado en una institución del Estado durante uno de los saqueos. Seis policías resultaron heridos. Casi no se salvan: eran menos que los paramilitares que dispararon durante cuatro horas y tenían por objetivo matarlos -¿cuántas balas son necesarias para sostener ese tiempo de fuego?
Afuera de la comisaría está la plaza, en la plaza la gente, entre la gente paramilitares. Tal vez el mismo que arregla las ruinas y con el cual hablo sea uno de ellos.
En los recuerdos de la gente chavista está el terror. Una noche se apagaron las luces del pueblo, el cielo se iluminó con una bengala, y comenzaron los destrozos. Así comenzó. Durante el día grupos de 30 motorizados con capucha y armas en manos recorrían las calles para obligar a los comercios a cerrar. Ratas rojas las vamos a matar, gritaban. Algunos tuvieron que esconderse: un grupo de 15 motos y dos carros los buscaba para matarlos. Clandestinos en un pueblo donde se desplegó un esquema de control paramilitar.
El mismo día del ataque armado fueron asaltadas, solamente en el estado Barinas, otras siete comisarías -sin contar la cantidad de negocios destrozados. Eso significa un total de ocho grupos comando con capacidad para realizar esa acción. Y no solamente pasó allí: sucedió en las últimas semanas en cerca de diez ciudades y pueblos del país. Se trató de ataques sorpresa, con una ocupación violenta durante uno o dos días -con casos hasta de una semana- como forma de mostrar capacidad de acción, medir la reacción del Estado, los cuerpos de seguridad, el chavismo.
La comisaría entonces. Camino por sus ruinas y veo la declaración de los intelectuales de izquierda. ¿Qué se puede pensar en esa situación ante un texto que acusa al gobierno de autoritarismo? Si juzgo por este caso lo que faltó fue justamente autoridad: la situación de ocupación por la fuerza del pueblo duró cinco días. ¿Qué debe hacer el gobierno ante el ataque de los paramilitares? Pienso. El texto no brinda ninguna clave que permita comprender lo que veo. Al contrario: muestra la profunda ignorancia respecto a lo que sucede. Oculta esta realidad.
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Luego de dos meses de iniciada esta etapa del conflicto es imposible defender la tesis de las movilizaciones pacíficas de la derecha. Quien todavía lo sostenga está radicalmente desinformado o miente. En base a esto -o a figuras como “oposición controversial”- se sostiene una parte de la armazón argumentativa/política de los intelectuales de izquierda. El asunto es que justamente en ese preciso aspecto reside el asunto principal: no se está frente a una movilización democrática con conatos de conflictos callejeros de tipo barricadas y bombas molotov. Eso existe, pero es solamente la superficie, la construcción mediática que necesita la derecha, el esquema que habían desarrollado en el 2014 -con, recuerdo, un saldo de 43 muertos.
Estamos ante algo distinto. La comisaría es una muestra de eso. También los toques de queda paramilitares en varios pueblos, los volantes donde se amenaza con represalias a quienes abran sus negocios o conduzcan transportes públicos -amenazas que se tornan realidad- los ataques a camiones que llevan comida a la capital, los asesinatos de cuadros del chavismo. No se trata de una “escalada de violencia” en abstracto -una forma de nombrar que recuerda al titular del diario Clarín que acusó a “la crisis” de ser responsable del asesinato de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki-. Se está frente a un plan de agudización de la violencia con el despliegue de fuerzas paramilitares que fueron infiltradas en territorio venezolano durante años.
Resulta llamativo que algunos intelectuales de izquierda, con trayectoria en análisis de los países del continente, no reconozcan en esto un paralelismo con lo que ha sido desplegado desde hace años en países como Colombia -que casualmente tiene miles de kilómetros de frontera con Venezuela. Un colombiano que haya vivido el terror paramilitar sabe en cambio automáticamente detectar lo que sucede en Venezuela con estas metodologías.
Esto ubica el debate en otro punto. ¿Qué se debe hacer? ¿Cómo debe accionar un Estado cuando es atacado directamente en sus órganos de seguridad por grupos armados que son financiados desde países extranjeros como Estados Unidos y Colombia? ¿No debe defenderse? ¿Cómo debe ser esa defensa en el caso de un proceso político como el de Venezuela? Es complejo, incómodo, una inversión de roles.
Leo el texto, no encuentro nada que me ayude a pensar respuestas. Veo que repite tesis de la derecha presentadas de manera académica y progresista -¿progresista? Mientras, acaban de disparar sobre un grupo de periodistas que acompañaba a la policía, y una compañera de Telesur fue impactada por una bala. De no tener su chaleco -que decía prensa, al igual que su casco- estaría muerta.
¿La escalada de violencia fue quien disparó la bala?
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El texto de los intelectuales de izquierda pone el acento casi exclusivamente en lo que caracterizan como errores del gobierno. Se adjudica ese lugar de la crítica. No puedo dejar de ver la soberbia de quien cree que la historia comienza a partir del momento en el cual entra en escena -eligieron un mal momento para su ingreso-. Parecen creer que en Venezuela no existen críticas, que el chavismo es monolítico, que las experiencias de organización popular -las comunas, por ejemplo- no disputan contra la burocracia, y le dicen públicamente burocracia corrupta a la burocracia corrupta. Entonces llegan para decirnos, para ocupar el -dicen- lugar de la izquierda que no calla.
Lo primero y más importante antes de hablar hubiera sido escuchar.
Según ellos lo han hecho, y el argumento esgrimido es que existe un espacio político en Venezuela que ha desarrollado una posición similar a la suya. Lo llamativo es que de todo ese espacio solo nombren a una persona, Edgardo Lander. A partir de ese análisis -Lander plantea aún hoy la tesis de las manifestaciones pacíficas- arman su arquitectura argumentativa. El espacio de referencia -salvo pocas excepciones- está integrado por personas de dudosas credenciales y trayectorias. Eso se sabe en Venezuela, y no hablo del gobierno, sino de la militancia popular, las organizaciones críticas, comunales, de las cuales, intuyo, los intelectuales de izquierda desconocen la existencia. El resultado no podría ser otro que el de la pobreza del material publicado.
La argumentación ignora toda la construcción crítica, propositiva, que existe al interior del chavismo en sus diferentes expresiones organizadas. Así como quienes firman en Venezuela desconocen la realidad de las comunas, de los territorios, los campos, las brigadas de defensa chavistas que se organizan en algunos pueblos ante este escenario. Comparten el lugar de enunciación que se sitúa por encima de todos y en particular de las clases populares que invocan -intuyo una postura academicista que refuerza esa mirada. Agudizan un diagnóstico que lleva tiempo asentado: la producción de la intelectualidad tiene un retraso respecto a la realidad venezolana. Está en orsai. La mejor condensación política, conclusiones, síntesis, están hoy lejos de la mayoría de la intelectualidad, se encuentran en gran parte y sin idealizar -es mi conclusión- en los comuneros y comuneras.
La arrogancia -¿el oportunismo?- hace del orsai un comunicado público.
Leo lo escrito y compruebo una vez más que no aporta elementos para comprender, ni encontrar una salida a este escenario que asoma indicios de enfrentamientos civiles provocados por la estrategia de la derecha. Razona en una lógica de gobierno/oposición y no de revolución a medias/contrarrevolución total Abro luego una ratificación de ese comunicado que firma Maristella Svampa. Se victimiza y dice que se desató una lógica de linchamiento sobre ella. Veo una noticia: murió el joven que fue linchado y prendido fuego en plena manifestación de la derecha por ser sospechoso de ser chavista. Repaso las imágenes de los hechos, el joven es golpeado por decenas de personas, luego corre en llamas. El país entero vio esas imágenes.
¿Por qué a los intelectuales de izquierda nos los desvelan los paramilitares y los asesinatos de odio político en Venezuela?
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Elijo disputar desde dentro del chavismo con una postura crítica-pública contra burócratas, corruptos, traidores, y dedocráticos. Lo dije muchas veces, está por escrito. Para cambiar esa realidad del proceso -dominado por los sectores más burocráticos- es necesario dar la disputa, construir razón y fuerza. La burocracia no cayó del cielo ni se irá a fuerza de textos. Es parte de limitaciones, debates, tensiones, obligaciones del chavismo que se reivindica radical, popular, salvaje. Una tarea pendiente junto con una pegunta: ¿estamos todavía a tiempo? El proceso para la Asamblea Nacional Constituyente -para la cual se anotaron más de 55 mil candidatos- pude ser una oportunidad, tanto para obligar al retorno del debate de las ideas en el plano democrático, como para que el chavismo se renueve en su interior, y en ese movimiento participativo recupere la posibilidad de ser mayoría electoral. Quiero que eso suceda, para eso escribo, milito.
No existe hoy otro bloque por fuera del chavismo o de esta derecha. Querer situarse por en un más allá -reivindicando la “complejidad” en contraposición al supuesto “simplismo” que tendríamos todos los demás- es en los hechos, como dice Enrique Dussel, quedar atrapado del lado del bloque de la derecha. Esto significa acompañar la estrategia diseñada y financiada por los Estados Unidos y las clases dominantes venezolanas -esto es, aun con sus contradicciones, una brutal lucha de clases, algo que sí tienen claro los empresarios y terratenientes. No existe un lugar por encima del conflicto, en nombre del pueblo que no estaría representado en las dos fuerzas políticas. Puede darse en el imaginario de quienes escriben, en su forma de reconocerse a sí mismos, de querer situarse, en su ego. Pero no en la batalla política actual. Tampoco en las implicancias del comunicado.
Y es una falsa reducción sostener, como lo hace Svampa, que quienes se opusieron al comunicado se limitan a un espacio político argentino. Con el pasar de los días se comprobó que la defensa crítica de Venezuela no es patrimonio de un sector de la izquierda, sino de un amplio abanico de fuerzas e intelectuales que difícilmente pueden ser asimilables en su recorrido. ¿Todos son/somos simplistas? ¿Qué razón reúne a esa diversidad de firmas en un comunicado que se antepone al de los intelectuales de izquierda? Creo que una posición ética ante el conflicto, un sentido histórico, una responsabilidad que sabe distinguir la frontera de la crítica con la colaboración con la estrategia del enemigo -digo enemigo con responsabilidad: su plan, así lo demuestra en los hechos, es hacer tierra arrasada con el chavismo.
Tal vez el comunicado haya favorecido un marco de unidad, ese por el cual se preocupa.
Los pronósticos, en este momento, no anuncian buenas señales. Los movimientos subterráneos de las fuerzas paramilitares de la derecha indican posibles ataques a mayor escala. Sus voceros lo han anunciado: no reconocerán la Asamblea Nacional y harán lo posible para que no se instale. Significa que podrían tomar acciones para impedir las elecciones, forzar una abstención por vía de la violencia, por ejemplo. Ya se han entrenado durante estas mesas en las cuales midieron su fuerza y la del gobierno. Los análisis indican que su plan es empujar el país al caos, al enfrentamiento, a una violencia cada vez más destructiva para la misma sociedad, una situación de ingobernabilidad que dispute territorios y sentidos. Tiene luz verde desde los Estados Unidos para hacerlo.
¿Qué se debe hacer ante eso? ¿Qué acciones tiene que tomar el chavismo?
Leo el manifiesto y no encuentro ninguna respuesta.
Solo veo la crisis de una intelectualidad.
Publicado en https://hastaelnocau.wordpress.com/
Fuente: cubadebate.cu
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